Se han colado los recuerdos por las rendijas
de las puertas abiertas de la memoria.
Hemos hablado en silencio,
rozándonos el alma.
No queremos ser.
Vamos bailando en sones discordantes,
como esa partícula de luz discontínua
que habita en líneas paralelas.
Al son de la música que suena,
movemos nuestros pies,
abrimos nuestra mente
repleta de quimeras,
nos llenamos de ruídos
nacidos en las afueras de las colmenas de nuestro
amor.
Nos creemos princesas
en las torres de un cuento de nunca acabar.
Y, como siempre,
en silencio
lavamos la culpa con pétalos de rosa,
tras los barrotes conglomerados
de humos que distorsionan la esencia.
La nuestra.
Mujer…
¡ Tenías que ser…